Cambiarse de casa a un departamento implica una serie de cambios, no sólo de estructura, sino también de emociones.

Si bien el ser humano es capaz de adaptarse a cualquier tipo de situaciones que les presenta la vida, conversamos con el psicólogo de la Universidad Católica, Giorgio Agostini, quien nos detalló cómo nuestra cabeza realiza el proceso de cambio de espacio.

Además, explicó a Mi Conserje, lo que significa salir de la casa de los padres, y los efectos para cada grupo etario y de género ante este tipo de cambio, de una casa a un departamento.

“Todo cambio de casa implica una reacción en nuestras emociones y sensaciones. Pero este proceso afecta de diversas maneras a las distintas generaciones” señala Giorgio Agostini. Para los padres con niños pequeños, es todo un trabajo de adaptación; los niños necesitan correr, jugar, botar energías y disfrutar del espacio.

Al cambiarse de casa a departamento, los niños resienten aún más esa mudanza, debido a que se le reduce el espacio físico de esparcimiento, lo que conlleva que los niños vean al departamento como un lugar restrictivo y coartador.

Departamentos: período de adaptación

Agostini estima que el periodo promedio de adaptación para cualquier ser humano es de 3 a 4 meses al cambiarse a una casa o departamento nuevo. Pero así como los niños resienten estos cambios, los adultos mayores sufren aún más cuando deciden mudarse de casa a departamento.

Resulta que este grupo etario ha vivido gran parte de su historia en una misma casa, entonces cuando se produce este cambio suelen, por aún más tiempo, no sentirse dueños del espacio en que habitan, debido a que el sentido que ellos le dan a la casa, es el de un espacio que acoge a la familia, a los hijos y a los nietos. En todo caso, indica Agostini, también terminan acostumbrándose.

Para Agostini “las personas dependientes les va a ser más difícil, ya que están cortando el cordón umbilical y necesitan la cercanía física”.
Asimismo enfatiza que “la casa es símbolo de seguridad y de protección, por ejemplo, cuando se dice me siento mal, llévenme a la casa”.

¿Cómo nos afecta la reducción del espacio en un departamento o casa?

Agostini dice que “sabemos que reducir el espacio hace que la persona le aumente el estrés”. “El vivir solo, hace que se pierda la sensación del abrigo emocional que entrega la familia y vivir inmerso entre tantas personas, implica que nos volvemos anónimos hacía el mundo”.

Tanta gente viviendo en un mismo espacio, aumenta la sensación de invasión del espacio propio y provoca, incluso, que los ruidos nuevos generen conflicto sobre todo en departamentos.
Pero el ser humano se acostumbra, y lo que psicológicamente se refleja en la irritabilidad y en una serie de manifestaciones psicosomáticas (mareos, dolor de cabeza), son parte de este periodo de adaptación.

Todas las personas resentimos los cambios de casa, ya sea porque dejamos de ser vecinos de un barrio o dejamos de ver la misma gente. Pero comenzamos algo nuevo, en otro espacio, y lo cierto es que todo inicio implica una adaptación a nuestro entorno físico y social.